sábado, 29 de diciembre de 2012

Mi,mi,mi



Por norma general vamos estableciendo zonas de comfort. Podemos localizar una zona de comfort cuando antes de hablar sobre un tema a éste le precede el pronombre posesivo "mi". Mi barrio, mi música, mis libros, mis amigos, mi playa, mi sur, mi, mi, mi. Y ya te revienta cuando detrás tienes que escuchar el clásico "es/son lo mejor que hay". En fin. Más de lo mismo.

Si conoces un 1% podrás alcanzar un 1% de felicidad. Serás feliz sí, claro. Pero eres igual de feliz que un niño pequeñito chapoteando sobre barro. "Mi barro, qué chuli". Igual si te pasas por el parque hay más niños jugando y te enseñan a jugar al fútbol o a montar a la comba. Según el género. Bueno eso ya no que es políticamente incorrecto. Ahora todo deportes mixtos que es lo guay.

Cuando a lo mejor eres capaz de abrir un poco la mente (tampoco mucho no te vayas a herniar), y pongamos que empiezas a leer a ese autor cuya opinión no es exactamente la tuya. Oye igual sus argumentos son válidos y te convencen, igual no entendías bien por qué estabas en contra de eso. Y empiezas a salir de ese "mi". Poquito a poco. Paso a paso. Y a lo mejor te pones un CD de un género que nunca le diste una oportunidad. Oye y descubres que te gusta. Y a lo mejor en Feria cambias el traje de corto o de flamenca por un viaje. Una locura como irse a otro país. Y ver museos y eso, en plan desfasado. Oye incluso te puedes poner a aprender otro idioma, incluso vete a vivir a otro país durante un tiempo. Y te pones a conocer gente distinta. No te preocupes que los "mis" siguen así. Pero cada vez son más grandes esos "mis". Ahora cuando hablas de "mis amigos" hablas de muchos, cuando hablas de "mis libros" te refieres a estanterías llenas y cuando dices "mi música" mezclas géneros, canciones.

Y vas subiendo de ese 1%. Y puedes ser más feliz, porque sabes más. Eres más libre, porque conoces más. Eres más tolerante, porque entiendes más. Joder ganamos todos, porque se va a poder hablar contigo también, y darás argumentos, de esos razonables, de los que no hace falta gritar. Ya no odias a gente distina, porque has querido a mucha gente que contigo no se parecían en nada. Y dejarás de juzgar a gente por apariencia u opiniones.

Sin prisas, poco a poco, y sin agobiarse. No te preocupes que seguirás siendo tu mismo. Pero evolucionado porque te alejas un poquito más del mono y le echas una mano a Darwin. Y cuando escuches a alguien hablar de su ciudad como "la más bonita del mundo" sabiendo que no ha salido de casa, te callarás porque eres más tolerante, le aconsejarás y esbozarás una sonrisa interna, riéndote de tu yo de hace unos años. Y cada vez te importará menos lo que la gente diga de ti, porque eres feliz. Y como diría mi abuelo: "Y que se mueran los feos".

E irá subiendo tu porcentaje, de un 1% subes al 5% y luego al 10%. Es una inversión rentable. Sácale partido. 

Porque más tarde, cuando estés solo, en tu mente recorrerás todas las ciudades que has pisado, toda la buena gente que has conocido, los libros que has leído, las películas que has visto, los cuadros, los idiomas, las culturas. Serás un niño que salió del barro, saltó una tapia y recorrió todos los parques, jugó a todos los juegos, conoció miles de niños, y volvió.  Y serás rico, libre, poderoso y tolerante. 


Días fáciles

Hay días fáciles. Días en que te levantas y parece que llevas energía dentro, sabes que vas a arrasar. Te levantas y antes que te des cuenta estás duchado, cambiado, cafeteado y cigarreado. Estás listo. Son días que contagias la fuerza, que te comes el jodido mundo con guarnición de patatas fritas y lo que te echen. Subes al coche, arrancas y te encanta como suena el motor. Pones la radio a todo volumen, mientras regulas retrovisores y te abrochas el cinturón. Buscas la CANCIÓN, esa con mayúsculas que te pone los pelos de punta y te prepara para todo. Esa que cantas a voz en grito cuando estás en el semáforo. Si hubiera alguna escala de motivación, marcarías un 12 sobre 10. Encuentras parking a la primera y te bajas del coche mientras la música resuena todavía en tu cabeza. Te buscas en un reflejo y te ves hasta guapo. No puedes evitar sonreir por fuera y por dentro. Y se lo enseñas a la gente con tu boca llena de dientes y el cigarro colgando mientras sigues cantando, más o menos alto, esa canción.

Hablas con la gente y les contagias tu alegría, están agusto a tu lado.

Mantienes el grado de motivación hasta que llegas a casa y te metes en la cama. "Guau vaya día" es el último pensamiento que tienes antes de quedarte dormido.
Y así es el 1% de los días de nuestra vida.

El 99% restante es saber llevar con más o menos maestría la careta. Esa careta que hace que los demás crean que estamos tan motivados como el día de esa sonrisa, y evitándole escuchar tus mierdas internas porque ellos no tienen la culpa de que seas como eres, y así consigues poner sonrisas en la cara de los demás. A fuerza de intentarlo, a fuerza de ponerse una máscara, se consigue. Incluso el día más perro se puede sonreír. Y siempre hay alguien ahí para devolverte una sonrisa. Y vas. coleccionando sonrisas y sonrisas. Y te puedo asegurar que no conozco aún a ningún coleccionista de sonrisas que esté triste, es el hobby más gratificante del mundo.

Venga va, hagamos un esfuerzo por hacer feliz a la gente que está al lado y hacer de este un mundo un poquito menos gris y cabrón, que si nos fijamos sólo en la mierda pues acabaremos siendo una mierda. Críticos sí, pero de los que quieren hacer que las cosas cambien. Y es mucho más fácil cambiar algo para bien cuando se sonríe. Y si no, pues ponte esa canción a todo volumen y prueba a mostrar la caja de dientes.


domingo, 23 de diciembre de 2012

De aromas y conciencias


Supo que estaba en la habitación antes de apretar el interruptor de la luz. El aroma del eterno puro que se asomaba debajo del mostacho, avisaba de su presencia. Debajo del mostacho, se asomaba, como un apéndice inevitable.

Le gustaba imaginar a las personas antes de cada encuentro, una especie de proyección mental de lo que iba a ocurrir. Lo vió, con ese bigote gris amarillento, bigote fiero, mostacho anacrónico. Era una declaración de intenciones, una mata de pelo que hacía las veces de señal de advertencia. Su mostacho te decía miles de cosas según su posición. Finalmente oprimió el botón que daba la corriente y se hizo luz. 

Te lo ibas encontrando poco a poco. Primero el aroma, luego el humo serpenteando seductor, más tarde el propio puro, el mostacho...Mientras sus ojos se acostumbraban al repentino ataque de luz pensó que era una cuestión de irlo descubriendo poco a poco. Era un rostro que había que conocer a base de pistas, una tras otra, un baile entre Sherlock y  Moriarty.

"Anunciaron agua y cayó mierda". Lo dijo con su acento cubano, jugando a bailar con cada una de las palabras. Con los cubanos es común el error de no saber distinguir tonos. Él si sabía y a pesar del acento dulzón, tuvo que tragar un par de veces antes de responder mientras notaba como una única gota de sudor helado, acuchillaba su nuca. "Háblame claro, puto imbécil" Lo dijo con una valentía que no sentía y su interlocutor lo percibió, vaya error de novato.

Una vez más, lento, saboreando cada palabra, y sin siquiera soltar el puro le respondió. Se le veía disfrutar con la situación, era el dueño de un lugar que no era suyo. "Estás bien jodido, compadre. Bien jodido" Una pequeña pausa, una calada grande al puro, manejando el tiempo. "Tienes que aprender que cuando uno jode al Señor Mendoza, el Señor Mendoza le joderá doblemente". Hablaba de él en tercera persona desde que alguien le dijo que Julio César también lo hacía. Maldito zumbado psicópata.

Midió la distancia que había desde su posición hasta la puerta de salida. Calculó que tardaría unos cinco segundos en alcanzarla, demasiado tiempo. QUiso entretenerle: "No puedo hacer lo que me pides, cuestión de lealtades, aunque tú de eso no tienes ni puta idea". Una vez que sabía que estaba todo vendido le daba igual. Pocas cosas había hecho bien en su vida, ahora que tocaba acabarla quería hacerlo en paz con el mundo y consigo mismo. Sin testigos, sin parafernalias. Solos él y su mierda de vida, que estaba allí tranquilamente sentada en forma de puro y de mostacho. 

Luego su mente, siempre dispuesta a jugársela en los momentos clave, empezó a divagar. Y palabras grandes se mezclaban en un diálogo interno. Y redención y oportunidad quedaron como vencedoras en un combate silencioso, de argumentos y contraargumentos. Y cansancio, cobardía y miedo quedaron derrotadas en el rincón oscuro y se fueron a reunir con la envidia, la codicia y otras que tantas veces salieron vencedoras pero que ahora quedaban en el recuerdo para una conciencia que tantas veces pesó tanto que costaba soportarla por las mañanas, cuando el despertador le recordaba con un grito monocorde todo aquello que había querido matar la noche anterior en otro baile, más feo, más sucio, en barra de bar. Whisky y conciencia. Sólo había un bailarín al final de la noche. 

Tantos esfuerzos por olvidar que acabó olvidando quién era. Era el momento de revertirlo, por sí mismo. "No te voy a dar los nombres" ahora sí habló tranquilo. No necesitó de improperios para reforzarse, pues esta vez habló con serenidad, como sólo pueden hablar los que firman su propia sentencia de muerte. Los que eligen el sitio y la hora, y los que mueren con la conciencia de pie. Se acercó a la mesa despacio, cogió un puro, lo puso en sus labios y lo encendió. Ya esta listo.

Mendoza le miró, inicialmente sorprendido, pero luego lo comprendió. Mendoza era una paradoja, pues a pesar de no ser detentor de sentimientos comprendía los ajenos con un simple cruzar miradas. Y en la mirada del sujeto que tenía enfrente vió determinación y tranquilidad. Había gente que sabía morir y eso Mendoza lo apreciaba. Oprimió el gatillo tres veces, dos en el pecho y una a la cabeza. Estuvo contento de mandar a un tipo con esa mirada al otro barrio.

Y le vino a la mente la frase famosa del Comandante. Y entendió que arrodillarse era sólo una cuestión de conciencia. Es ahí donde somos libres o esclavos de nosotros mismos y la mierda, propia y ajena. Mendoza se encendió otro puro. Salió de la casa y apagó el interruptor.

El aroma del puro permaneció.

jueves, 20 de diciembre de 2012

El monstruo de mil cabezas


El monstruo de mil cabezas

Sir Ryan partió ilusionado del castillo. Había sido nombrado caballero del Rey Generoso aquel mismo día y acudió raudo a las dependencias del castillo donde un secretario le debía expedir el título que le acreditaba como tal y pudiera partir a la búsqueda del monstruo para así matarlo y desposar a la princesa. El secretario (entre una nube de legajos y una horda de ayudantes que jugaban a los dados) le respondió que aún quedaban dos años para poder darle el título, pero que ejerciera como caballero con un resguardo que él mismo "por su generosa disposición" le tendió con un ligero desprecio. A Sir Ryan no le afectó. Por fin era caballero, su ilusión. Estaba listo y preparado, quería la cabeza de ese monstruo.

Pero aún le faltaba la espada. Para ello acudió al Herrero Real. Para su sorpresa el herrero estaba ausente, desayunando. Volvió al siguiente día y el Herrero Real le atendió. Al Herrero le rodeaba una corte de aprendices, escuderos, pajes y bufones. Sir Ryan no tenía palabras, ¿cómo pueden vivir tantas personas de la protección de un simple Herrero? Apartó el pensamiento de su cabeza y con voz segura y educada le pidió al Herrero Real su espada de caballero. El Herrero con voz desganada le contestó que necesitaría un par de meses para estudiar su solicitud. Sir Ryan volvió a casa decepcionado aunque seguía soñando con matar a ese monstruo asqueroso que amenazaba las tierras del Rey Generoso.

A los dos meses regresó a la búsqueda de la espada. El Herrero le pidió esta vez el certificado de su título de caballero. Sir Ryan le replicó que el Secretario no se lo podía entregar hasta pasados dos años. El Herrero, de repente, había desaparecido. Al parecer sufría un ataque de hambre y había salido a desayunar. Sir Ryan esperó, cada vez menos paciente. A la vuelta le puso el resguardo en las narices al Herrero y le exigió esta vez su "maldita espada que lo único que quiero es cazar al puto monstruo". El Herrero accedió pero sólo si le entregaba copia certificada que su montura fuera pura raza española, para ello debía elevar una petición a la Real Casa Ecuestre, dirigida por el hermano del Rey Generoso, que estudiaría su petición y le contestaría en el plazo de un año (prorrogable por desayunos imprevistos).

Sir Ryan presentó su corcel en la Casa Ecuestre y cuál fue su sorpresa al ver que un campesino con una bolsa de dinero salía de allí con un cerdo acreditado como caballo pura sangre. El hermano del Rey Generoso le recibió tras unas horas de espera porque, curiosamente, estaba desayunando. Un vistazo rápido del hermano del Rey y unas palabras en voz baja a uno de los ayudantes sirvieron para calificar a su brioso corcel como "inadecuado" para un caballero. Debía invertir en un nuevo corcel. Para ello debía acudir a otro departamento de la Casa Ecuestre convenientemente llevado por el primo del Rey Generoso y aportar tres cerdos y dos gallinas de las que no disponía.

Seis años después, con la visión nublada, los dedos temblorosos y cientos de millones de trámites Sir Ryan creyó ver el monstruo en el Herrero y sus bufones, el Secretario y sus pajes, la Casa Ecuestre y el Rey Generoso y sus familiares. Era un monstruo de mil cabezas y que amenazaba al reino. Se forjó su propia espada y degolló uno tras otro a todos ellos.


Toca echarle huevos





Es noche cerrada, oscura. Resulta extraño porque no se vislumbran nubes y, sin embargo, la luna no brilla ni ilumina. "Parece que se levantó tímida esta noche" piensa Pepe mientras baja del camión, ya descargado de las últimas existencias.

La negrura del bosque facilita su tarea y acompaña su estado de ánimo. No quiere mirones de última hora. Cierra la puerta del camión y se dispone a adentrarse en la arboleda. Para en seco y suelta entre dientes: "Carajo". Lo dice bajito, es sólo para él. Vuelve al tráiler y saca de la guantera un objeto metálico, cuyo peso y tacto frío le reconfortan. Es cosa hecha.

En cuanto comienza a andar, su mente lo hace con él, y se encamina hacia los acontecimientos de los últimos días. Saca un papel del bolsillo trasero de los vaqueros gastados. Es un albarán que en el reverso tiene anotados con guiones su última lista. A Pepe siempre le ha gustado hacer listas. No tiene buena letra pero está orgulloso de su manera de trabajar y cuando le preguntan siempre contesta lo mismo "la clave está programar bien la ruta, si está bien hecha las cosas salen rodadas" y siempre se ríe de su propio juego de palabras, defecto de profesión.

Va leyendo la lista y diciendo mentalmente "hecho" en cada guión. Dejarle las últimas flores a la Paqui en el hospital, tomarse una última cerveza con Manolo, ese viejo canalla y cabrón que se sabía como la propia palma de su mano las carreteras recomendándole las mejores ventas y otros lugares menos decentes para hacer lo que él llamaba "estación de penitencia". También habían quedado escritas las cartas correspondientes y sacado el poco dinero que le quedaba, lo había metido en un sobre y se lo había dado en mano al propio Manolo. Era un canalla pero se fiaba de él. Le dió las instrucciones necesarias: "cuando todo esté acabado, recoges a Laurita y la llevas con mi hermana".

No le costó nada tomar la decisión, estaba en un estado de calma desde entonces que le relajaba. Justo iba a disfrutar de la vida cuando había decidido que no seguiría en ella. Irónico. Pero estaba ahogado, no había salida y sobre todo estaba cansado, muy cansado de bregar con médicos, banqueros para renegociar las letras del tráiler y deudas y más deudas. De hacer kilómetros en el volante, con la Paqui en cama y sin ver a su pequeña. Y el patrón le dice que lo siente que ya no va a haber más salidas ni más camión ni más nada. Pepe no le culpa, al patrón le gusta la pasta, pero es un buen tío, es un tío honrado y además empezó también en la carretera y sabe de lo que habla cuando manda. No es culpa suya, no es culpa de nadie.

El plan es dejar a la Paqui una pensión de viudedad, si es que algún día despierta, y a su Laurita, a su pequeña, con su tía que la educará bien, sin lujos pero con un plato de comida caliente al día.

"Está todo hecho" se repite. Continua la marcha y busca un claro, apartado de la carretera. Se siente frío, como si pudiera verse a sí mismo empuñando la pistola. No tiene miedo, no tiene ningún miedo. Comprueba el cargador, retira el seguro. "Ahora toca echarle huevos" se dice mientras se introduce el cañón en la boca. Sabe a metal, sabe amargo y sabe a muerte. Y no sabe a echarle huevos, sabe a quitarse de en medio, sabe a cobardía. Pepe ya lo sabe y por fin rompe a llorar. 

Llora y llora. Y llora por lo que ha estado a punto de hacer, llora por su enana, por la Paqui, llora por el cabrón canalla de Manolo, por su patrón honrado, por su camión con letras y por su hermana y llora por las ventas y por las carreteras y las rutas que programa. Pero no llora por él. Eso ya se acabó. 

Pepe se ha subido al camión, ha cerrado la puerta y se ha adentrado en la carretera.

La noche es menos oscura y la luna menos tímida pero Pepe no ha cambiado de frase: "Ahora toca echarle huevos".



viernes, 14 de diciembre de 2012

El mejor regalo del mundo


El mejor regalo del mundo (cover de Cortázar)

Cuando te regalan un cuaderno no te regalan una simple unión anillada de hojas de papel, te regalan mucho más que eso. Te regalan un espacio infinito donde vaciar pensamientos e ideas, donde plasmar ilusiones y miedos. No sólo te regalan cuadrículas vacías con una cubierta más o menos elaborada. También te regalan la obligación de rellenarlo, esa bendita obligación. De esforzarte en mejorar tu letra porque es nuevo y te regalan un espacio donde utilizar tu mejor pluma. Te regalan el respetar la pureza de su blancura o la capacidad de ensuciarlo y perder el miedo. Te regalan la ilusión de empezarlo, niño o viejo, y hacerlo tuyo con tu nombre en la primera página, y de poder olerlo y saber que es nuevo y que te pertenece.

Cuando te regalan un cuaderno te regalan el poder expresarte sin tener que justificarte, a poner un pedazo de ti en él. Te regalan el poder de dibujar en él, de soñar y de crear. Te regalan el poder escribir poemas que nunca mostrarás a nadie. Te regalan la facultad de enseñárselo a quien quieres y abrirte o de no hacerlo y de ser egoísta y reservado.

Te regalan el poder hacer listas infinitas de sueños y objetivos a realizar y el pelear por cumplirlos. Te regalan la obligación de ser creativo y de no poner obligaciones en ella. Te regalan un espacio donde ser libre y donde volver a ser niño. Te regalan el atreverte a escribir canciones y de dibujar plazas y calles, mal dibujadas. Te regalan el dejar de ser ciego y la capacidad de ver el mundo con tus propios ojos.

Cuando te regalan una libreta, te regalan el valorar cada página que uses, el rellenarla despacio. 

No lo sabes pero cuando te regalan una libreta, te están regalando una parte de ti a ti mismo.

martes, 11 de diciembre de 2012

La sirena más silenciosa del mundo


Cuando su mundo se derrumbaba y la vida parecía caer destrozada en pedazos, Ana siempre acudía al mismo sitio. Era una cala olvidada por los constructores y otros vampiros de la costa, su pequeño rincón del planeta.

Era su salón de juegos y las imágenes de su padre siempre quedarían asociadas a ese lugar, como las olas, las rocas y la arena. Y su olor. Su padre olía a mar y a tabaco. 

Tenía la nariz aguileña, la camisa abierta y la piel negra, castigada por el sol. Y una sonrisa que era la de un lobo.Un lobo que siempre parecía estar jugando. Supuso que otra gente no vió al lobo sonriente, y por un momento sintió miedo.

El juego siempre era el mismo: ella era la sirena y él el pirata bueno que la salvaba de las garras de innumerables y cada vez más exóticas criaturas malignas. A veces recordaba los días según la hazaña que acometieron y eran recuerdos tan reales para ella como cualquier otro. Como aquella vez que por fin consiguieron dar caza, tras una semana de agotadora búsqueda y batalla, a un magnífico ejemplar de dragón marino. Le parecía oír las órdenes de su padre-pirata mientras le clavaba el arpón de acero a la bestia y gritaba de triunfo y júbilo como sólo se grita en los sueños que se viven despierto.

Una salpicadura de agua helada le devolvió al presente. El mar, casi negro en esa época del año, rompía con violencia contra las rocas. Era fuerza y puro movimiento. Ella siempre lo imaginó como una batalla eterna, el mar poderoso,invencible e inflexible, las rocas inamovibles, viejas y firmes. Eran dos guerreros mitológicos y ella una espectadora ocasional que usaba su piel de sirena para que no les atacaran, ella era de los suyos.

Recordaba a su padre allí, la tarde antes de que se lo llevaran. Le habló de gente peligrosa y de deudas, le habló de errores del pasado, fantasmas y remordimientos y de cientos de cosas más. Era incapaz de recordar el qué, sólo recordaba el sonido de su propio llanto, la propia desesperación. Le dijo que cuidara a su madre e intentó que cantaran una última vez la canción del pirata. 

Ana no consiguió entonarla pero a veces le parecía oír la voz grave y atronadora de su padre cuando el mar rugía con fuerza . Ese día la cantó con demasiada firmeza y seguridad. Entonces supo que esa canción no era para ella. Sonó a grito al mar, a desafío del hombre que ya nada teme. Y ahí fue cuando Ana se asustó. Solo cantan así los que ya no esperan.

Quiso, en su inocente visión del mundo, que se escondieran para siempre allí. "Papá nunca nos encontrarán, viviremos aquí y todo será perfecto" "Papá prometo ser la sirena más silenciosa del mundo".

"Joder, joder" No conseguía recordar su cara. Se odió. Cerró los ojos con fuerza, hasta que se hizo daño. Trataba de verle y no podía. Sintió frío. Se subió la capucha de la sudadera y se abrazó. "¿Dónde estás pirata, dónde estás?" Él sabría lo que hacer, él siempre lo sabía. 

Ella sólo quería ser la sirena más silenciosa del mundo. 



lunes, 10 de diciembre de 2012

Paco


PACO

Paco es camarero. Lleva camisa de manga corta de color blanco que un día fue inmaculado, pero que ahora luce tres o cuatro manchas de grasa. Es bajito, de piel morena y cara nervuda. 

Empezó a trabajar desde muy joven y ahora es el encargado de un bar. Es un bar sin pretensiones, sillas y mesas de madera y cartas plastificadas donde el plato estrella es el montadito. Una barra de madera, vieja y sólida, domina todo el bar, y ahí es donde Paco imparte sus lecciones vitales.

Hay dos rasgos que me llaman la atención mientras le miro disimuladamente desde mi escondite en la mesa de la esquina: sus manos y sus ojos.

Sus manos son sorprendentemente grandes para su estatura. Son manos largas, de dedos anchos. No le ves un anillo ni una pulsera, son manos sin concesiones. Parecen manos torpes hasta que las ves en movimiento, tirando una caña. Entonces esas manos se lucen y se transforman en las manos de un artista. Normalmente las sirve de dos en dos, apoyándose los vasos en la palma de una mano, mientras con la otra acciona el tirador. Lo hace con suavidad, sin prisa y confiadamente. Mirar las manos de Paco relaja. Transmiten serenidad porque sabe hacia dónde dirigirlas cada segundo. Pienso que serían buenas manos para ser pintadas por algún artista que lo sepa captar. Maldigo mi inutilidad para la pintura y me acerco a la barra.

Paco es un camarero de los de antes, de los que te habla de usted aunque te doble en edad. Sabe manejar a los clientes que tiene y es consciente que su profesión va más allá de la de servir cañas. Habla con los clientes y sabe lo que cada uno quiere oír y lo que es aún más importante, cómo necesitan ser escuchados. En este mundo donde todo va rápido y nadie presta atención a lo que dices, un camarero es un oasis para todos aquellos que tienen algo que decir. En la barra habla de fútbol, de política y de religión, ejerciendo el papel de moderador entre los habituales. Cuando alguno se excede, Paco le reprende o simplemente le relaja con una caña tirada como sólo la sabe tirar él.


Me imagino cuántas cañas habrán tirado ya esas manos, mientras la voz del propio Paco me saca de mi ensimismamiento. "¿Qué va a ser caballero"?. Le pido dos cañas y observo el desarrollo del ritual de Paco. Cómo se nota lo que disfruta en su trabajo. Siempre atiende con una sonrisa en la cara que te lo demuestra. Es una sonrisa franca, ancha y sin dobleces. Una sonrisa cercana y amiga. Con sonrisas así se rompen las tiranteces en un instante. Te hace sentir cómodo antes siquiera de dirigirte la palabra. Reflexiono sobre las horas que invierten las empresas en cursos de formación de cómo atender a un cliente y me río por dentro pensando que Paco consigue en un gesto natural lo que a ellos les cuesta años y varios tomos y presentaciones Power Point y algún que otro término inglés que suene rimbombante. A veces el ser humano es realmente estúpido.

Luego está el otro rasgo inusual en su fisonomía: dos ojos color azul grisáceo hundidos en dos cuencas con constantes ojeras. Paco siempre tiene cara de cansado, su oficio es sacrificado. Pero encima de esas ojeras y debajo de las cejas gruesas y pobladas, te encuentras sin previo aviso con dos chispazos de inteligencia, de dominio y de señorío. Esos ojos te dicen que la barra es el territorio de Paco y aquí se juega con sus reglas.

Con pequeños gestos domina todo lo que hay a su alrededor, conoce su oficio, lo ama y consigue crear el clima perfecto. Se ven caras de angustia al entrar y relajadas al salir. Nunca al revés.

Me gusta el bar de Paco. Todo está en orden bajo sus expertos ojos grises y su camisa llena de grasa, su sonrisa profesional y sus consejos que suelta con un sentido común del que no pregona. Es servicial sin ser servilista, te trata como un igual con respeto. No lo conozco fuera del bar pero me juego la próxima cerveza a que es un señor de los pies a la cabeza.

Por la gente como Paco.

Hoy va ser un gran día



HOY VA A SER UN GRAN DÍA

Abres un ojo mientras escuchas una música a todo volumen. Tardas un par de segundos en reconocer que esa música es tu despertador. Lo apagas, mientras te escribes en una mental que debes cambiar de canción para el despertador porque ya has conseguido aborrecer esa que tanto te gustaba. En el mismo movimiento de mano, de difícil ejecución pero que te supone un puro reflejo por las veces repetido, enciendes la luz y vuelves a meter la mano debajo de la calidez del edredón. 

Notas una cierta molestia mientras tu pupila se reduce a un minúsculo punto negro. Tu otro ojo se resiste, parece que es igual de perezoso que tú a la hora de empezar el nuevo día. Finalmente tu cerebro adormecido se impone y consigues que la orden emitida se haga efectiva. Luego el resto de tu cuerpo. Te estiras un poco y arrugas la cara entera. Sueltas una especie de suspiro que se mezcla con un bostezo y lo deja en un sonido gutural. Piensas que recién levantados somos un poco menos evolucionados y civilizados de lo que nos creemos ser. 

Te liberas del abrazo suave y mortal del edredón. Sabes que es el asesino de voluntades y metas más sigiloso y efectivo del mundo y que todas las mañanas se produce este combate en cada una de las camas del mundo con distintos resultados. Hoy te sabes ganador y lo celebras con una sonrisa que, por ser demasiado temprano, se queda en una mueca.

Te sientas al borde de la cama y por un segundo piensas en la dualidad de ese maldito edredón, que por las noches te da calor y cobijo y en las mañanas se convierte en tu peor enemigo.

Cuesta irse de su lado. "Te echaré de menos" le dices mentalmente mientras te preocupas por saber si tienes demasiada imaginación. Notas el cambio de temperatura e imprecas en voz baja, siempre lo misma frase, como si fuera un ritual "Joder, qué frío". Al mismo tiempo abres el armario y coges una camiseta que te enfundas rápidamente. 

La misma operación de siempre. Despensa, coger café y leche abrir cafetera, calentar leche. Es el número máximo de acciones de las que te sabes capaz a esa hora. Pones la cafetera en el fuego. En este momento entiendes lo que es un encefalograma plano, que empieza a curvarse en cuanto el aroma a café inunda la cocina en tu rescate.

Coges tu taza preferida. Siempre es la misma y no sabes por qué. El día que no está te molesta, el día comienza torcido, se rompe la rutina y tu cerebro no sabe asimilarlo. Piensas si eres un maniático pero, qué cojones, es mi taza favorita. Con eso no se juega. La proporción de café y leche varía mínimamente, pero siempre pones un poco más de café una vez servido. Te sabes carajote y se lo reconoces a la taza, mientras le pones un poco más.

"Hoy toca desayuno de los campeones" te dices mientras sacas un cigarro de la cajetilla. El primer sorbo y la primera calada del cigarro son uno y se fusionan dándole a tu cerebro el primer soplo de vida desde que te despertaste. Notas como tu cuerpo empieza a carburar. Disfrutas del momento y saboreas la negrura del café y su gusto amargo y la sensación de humo en los pulmones. Luego habrá más cigarros a lo largo del día, pero con la lentitud y el placer de ése no hay ninguno. Ojalá sólo pudieras fumar ése. Maldita nicotina. 

Piensas en comer algo, el desayuno es la comida más importante del día te repiten siempre. Pero parece que a tu estómago alguien le ha echado el candado e incluso aquello por lo que matarás dentro de unas horas ahora sólo te produce una sensación de fatiga.

Subes y te das una ducha. De agua caliente al principio y un poco fría al final. Te aclara la cabeza y te despeja el pensamiento. Vuelves al cuarto, compruebas que está todo en orden, enciendes el portátil.

En el tiempo que tarda en arrancar, te sientas en la silla, estiras las piernas y la espalda, enciendes un segundo cigarro y abres un documento en blanco. Todo en uno. 

Ahora sí que sale la sonrisa amplia, satisfecha. Has ganado la batalla matutina, el resto es pan comido. Pones una muesca en tu cuenta mental de victorias mientras te dices mentalmente que hoy va a ser un gran día.

Bienvenidos al idealismo práctico



BIENVENIDOS AL IDEALISMO PRÁCTICO

"Sorprende ver que la juventud haya renunciado a sus ideales". 


La primera frase es cita y homenaje (homenaje a un niño tétrico que ahora vive en el cuerpo de un periodista de zapatos nuevos y cita de un señor muy sabio que quiere que le sorprendamos y nos lanza el reto).


Generalmente podemos identificar a dos tipos de personas: los prácticos y los soñadores, el idealista y el materialista, los que actúan y los que opinan cómo se debería actuar.

El idealista, por tendencia general, asume su papel de caballero justiciero de la sociedad. Critica, ataca lo establecido y desarrolla sus ideas, pero en un plano reducido. Quizá las expanda hacia los que tenga más cerca de él, haga un proselitismo de su ideario con esperanza de regar otras mentes para alcanzar esas cotas de perfección que tiene proyectada en la suya propia. Sin embargo, el idealista sufre del síntoma de la inacción permanente. El mundo ha establecido sus reglas y tras X tiempo de lucha, el idealista, amargado, cansado, hastiado, envejecido, se sume en un estado de ostracismo total, encerrado en su propia jaula de ideas cojonudamente inútiles.

El idealista ineficaz, el idealista cansado, buscará como buscan los elefantes viejos, compañía para acudir al cementerio. Y sus ideas mueren junto con las de otros, en formaciones políticas igual de ineficaces que sus ideas, o quedan para siempre atados a la triste condena de la barra de bar y del discurso vacío de contenido que suelta de memoria, en una suerte de panfleto memorizado y reproducido hasta la saciedad, que suena a disco rayado.

Nada más triste que ver que un idealista frustrado. Ellos siguen utilizando palabras como Sistema (concepto refugio de cobardes que no toman las riendas de sus vidas), justicia o igualdad, pero los oyes y sabes que ni ellos mismos se creen lo que dicen, las usan sabiendo que es sólo una pose, las usan sin merecerlo, porque no han sudado esas palabras.

Los idealistas son los niños que sobrevivieron a la infancia y siguen persiguiendo sus sueños. Pero parafraseando a un irlandés que una vez escribió y se murió por ser idealista, no cuentan con que las pesadillas también son sueños.



El práctico se levanta cada mañana y no se pregunta el por qué. Es feliz, tal y como las cosas son. El práctico disfruta de su vida, sin preguntarse el qué puede cambiar para que vaya a mejor. Los prácticos prefieren acciones a discursos, cuentas corrientes en saldo positivo que dilemas metafísicos, y sus grandes palabras suenan como tangible, interés o activos. Son felices, pero no hacen de este mundo un mundo mejor porque no se plantean que esté mal diseñado. El práctico es un niño que creció y vio que sus sueños eran sueños, asumió ese Sistema y trabajó duro en él.

Propongamos una tercera vía, el híbrido perfecto, el que hace de Juez y parte, el Superman de los Idealistas, el Principito de los Materialistas: el idealista práctico.

Si es necesario el idealista práctico colgará el cóctel molotov y la pancarta (léase en sentido figurado o literal, según el caso), ocupará su silla en la universidad, cambiará la palestina por el traje, leerá lo máximo que pueda, estudiará para ser el mejor, trabajará duro, trabajará muy duro. Y usará el Sistema, se beneficiará de él para llegar a ser el mejor.

Y cuando sea el mejor gozará de Poder para desarrollar sus ideas. Utilizará las armas que el mismo Sistema le proporcionó para cambiarlo desde arriba, dictando leyes justas de manera legítima, explicando sus cambios, proporcionando igualdad a sus trabajadores como directivo de éxito, imponiendo un sistema retributivo justo.

No vale gritar y no hacer nada, no queremos acabar como esos elefantes moribundos que nos hablan de ideales que no se creen. No dejemos de ser los niños de la sociedad, pues hacemos falta. Seamos los mejores en lo nuestro, sin olvidarnos por el camino.

Bienvenidos al mundo del idealismo práctico. Tiembla, mundo tiembla. Tiempos mejores están por venir y tú y yo los lideraremos.

Y así podré empezar el siguiente escrito así: "Sorprende ver como la juventud ha conquistado sus ideales".

Elena



ELENA

Hoy quiero escribir sobre una persona que es especial. Totalmente diferente a alguien que podamos definir como convencional. Es mi hermana Elena. El nombre Elena viene del griego y significa antorcha que ilumina. Haceros una idea.

Yo sinceramente creo que una persona es la que mejor se conoce a sí mismo y la que peor se define. Por eso considero que la mejor manera de conocer a alguien es conocer sus acciones. Y tengo miles de recuerdos con Elena pero hace diez minutos que me ha venido a la cabeza uno en concreto y quería expresarlo porque creo que es la primera vez que lo menciono desde entonces. 

Yo tendría unos 9 o 10 años y tenía una serie de chequeos médicos frecuentes por causa de una enfermedad de la que ya había salido pero que precisaba de seguimiento. En uno de estos chequeos, una especie de escáner cerebral o algo así no me acuerdo muy bien porque era muy pequeño, precisaba de quedarme en vela una noche entera, es decir, unas 36 horas sin dormir, cosa que para esa edad los que tengan hijos o hermanos pequeños sabrán que no es fácil de conseguir. Además no me era permitido tomar cafeína pues alteraría los resultados. Misión imposible vaya.

Bueno pues ahí estaba mi hermana Elena, que sin darse aires (nunca se los da cuando hace el bien y además como lo intente seguro que ni le sale), me recogió de algún partido de fútbol o algo así no recuerdo bien donde estaba yo, me llevó en su mítico Renault Twingo verde (que evidentemente con 9 años lo asociabas al color de lo que encontramos en la nariz) siempre en reserva (no le funcionaba el medidor de gasolina) y una sonrisa que le iba de una oreja hasta la otra. Fuimos al videoclub donde elegí dos películas, me llevó a comprar unas pizzas del telepizza y unos paquetes de palomitas (eso era un lujo exquisito) y un paquete gigante de chuches. También te das cuenta de cómo es la memoria que recuerdo perfectamente todo lo que me compró y no me acuerdo en qué consistía la prueba médica. Supongo que realmente recuerdas las cosas que te interesan y a esa edad interesan evidentemente las chucherías.

Volvimos para casa y vimos las películas, jugamos a un juego de mesa, me dejó jugar al ordenador mientras ella leía...Disfruté como sólo pueden disfrutar los niños. Ella no durmió ni cinco minutos aquella noche por acompañarme. Pero es que no sólo eso, se dejó la piel y unas ojeras increíbles haciéndome reír y pasármelo bien. Es eso. 

Ella es así. Se da al cien por cien por los demás y se olvida de ella misma. Yo creo que mi hermana fue un capricho de Dios sinceramente, que hizo trampas engañando al Diablo, dejando Bien y risas a manos llenas. Elena tía eres cojonuda (y sé que mi madre leerá después de esto y soltará algo así como "Niño ay qué ver por qué utilizas tacos" pero es la mejor forma de definirla, así que Mamá lo siento ).

Este recuerdo que tenía más o menos enterrado en la memoria (por cierto lo del tema del cerebro, los recuerdos y la memoria es acojonante, vaya jueguecito que da) me ha venido porque son las cinco de la mañana y no consigo dormir y me he acordado de esa noche y lo fácil que me hizo llevar ese insomnio obligado. 

Supongo que todo esto viene por la soledad mental a la que se llega a ciertas horas de la madrugada y donde tienes verdaderas conversaciones con la almohada y donde hay tiempo y tiempo y tiempo para pensar. Yo he llegado a la conclusión desde mi corta experiencia vital que la familia es jodidamente importante. Nunca fallan, sólo aman y sin condiciones y eso es una cosa que gracias a Dios he tenido en mi familia desde siempre. Por eso aunque ahora estemos todos dispersados sé y sé que ellos lo saben que yo cuento con ellos. Y viceversa. Con mi Familia con mayúsculas joder que lo llevamos con estilo y con orgullo. Ha quedado así como un Corleone rapero pero está bien así.

Bueno pues hoy va por ella, me siento orgulloso de ser el hermano de esta mujer fuerte y valiente (que no es no temer las cosas, eso es ser temerario, sino que a pesar de temerlas, las afronta con coraje) que es guapa como la de Troya y que probablemente cause una guerra porque es un desastre y que a veces te vuelve loco porque lía a la gente de una manera anormal. Pero si hay que definir a Elena con palabras y no con acciones simplemente remitirnos a su nombre, realmente es una antorcha que ilumina.

Hala a ver si duermo algo que ya va tocando. Y sino voy al videoclub a por un par de pelis, palomitas y una bolsa gigante de chuches.

Erasmus (la mía y la tuya)



ERASMUS (LA MÍA Y LA TUYA)

Me parece que por fin estoy preparado para escribir sobre esto aunque entra una nostalgia del carajo.

Cuando vuelves de la Erasmus la gente (con muy buenas intenciones y muy buena educación) te pregunta qué tal te ha ido. Las tres o cuatro primeras veces haces realmente un esfuerzo por definir lo que ha supuesto para ti este año y hablas durante un rato sobre sensaciones y sentimientos en un discurso inconexo y sin sentido para el que escucha que te mira con una sonrisa y piensa por dentro que sí que te has tenido que tomar copas durante este año para no saber ni hablar.

Tú te quedas con cara de idiota porque no sabes responderle como quisieras y, al final, acabas con la coletilla típica de "si no has ido de Erasmus no te lo puedo explicar". O simplemente sonreír y contestar con un estandarizado: "De puta madre, muchísima fiesta"

Y es verdad, el que no se ha ido no puede decir que te entiende porque es imposible. El otro día alguien me dijo que clasificaba a las personas en dos categorías: los que fueron Erasmus y los que no.

La Erasmus para los que no se han ido supone un año de copas, fiestas, viajes, poco estudio y conocer gente. No les falta razón pero se queda corto. Al menos a mí no me vale como resumen de mi año. 

Imagina un cubata gigante compuesto de una mezcla de culturas, de educación (al fin y al cabo por más que haya dos españoles cada uno es de su padre y de su madre), de ciudades y países distintos (en el que vives, los que visitas y el originario de cada uno de tus compañeros), de religiones, de ideas políticas y de caracteres distintos.

Sale una cosa extraña. Maravillosamente extraña. Abre la mente y te vuelve una persona más tolerante y más respetuosa, porque conoces gente y conoces mundo. Y el conocimiento es la medicina contra la estupidez. Y aprecias la inmensidad del mundo y te hace sentir insignificante, a ti y a tu pequeño pueblo de procedencia (que creías gran capital del mundo). 

Y te cruzas con gente increíble de la que aprendes cosas increíbles. Y te sientes Willy Fogg y te entra un sentimiento de hermanamiento con toda la humanidad que haría llorar a los de la ONU. Y presumes de que tu cocina a la hora de comer parece un chiste: "Van un italiano, un francés, un alemán y ..." Incluso aprendes a decir las palabrotas en todos los idiomas. Y cuando te llega el jamón serrano invitas a todos a probarlo, orgulloso del producto de tu tierra y la gente te mira raro y con cara de asco (es sangre de cerdo buagg, perdón en inglés it's sangre of a pig, buagg). Y tú pruebas licores extraños y comidas que saben a rata. Y pones cara de que te gusta porque no le quieres hacer el feo al esloveno o turco de turno. Y cantas en autobuses y metros canciones que se convierten en himnos. Y encuentras un local que es "vuestro local", apropiándote de un trozo de ciudad. Y cuando viene visita la enseñas con orgullo y a veces hablas en plural cuando comentas algo.

Incluso hay días que te atreves y sueltas alguna frase larga para ligar en algún idioma que te sienta como a Frodo el llegar a Mordor. 

Y te levantas después de la fiesta y vas de cuarto en cuarto levantando al resto de la gente para desayunar. Y uno hace un café mientras otro llega tarde de fiesta y os sentáis todos juntos a tomar café y a fumar millones de cigarros mientras habláis de alguna tontería o de alguna cosa importante. Y conforme va pasando el tiempo te vas sintiendo más y más agusto. Empezáis a hablar menos de fiesta y mujeres y más de la vida, así en plan general. Todo ello bien regado de copas mientras jugáis a algún diabólico juego ideado para beber (no nos engañemos, lo estoy pintando bonito e intercultural pero las leyendas de copas son todas ciertas).

Y a lo mejor tienes la suerte, como yo la tuve, de encontrarte con gente cojonuda, de ese tipo de amigos que sabes que duran para toda la vida.

Y luego queda la vuelta. Las despedidas de mierda en aeropuertos y estaciones. Abrazos, alguna que otra lágrima y las promesas de reuniones, vueltas al lugar del crimen que algunas se cumplirán y otras quedarán en donde quedan las promesas electorales. Y la vuelta y la sensación de no pertenecer a tu ciudad.

Desde que vuelves buscas desesperadamente a gente que también sea un exErasmus y os consoláis el uno al otro con pequeñas dosis de historias y anécdotas que te devuelvan parte de ese tiempo que ya nunca volverá. Y os comprendéis con una hermandad extraña y hablando prácticamente sin decir palabras, al fin y al cabo todas las Erasmus son iguales. 

Y luego la vida sigue y continúa. Y vuelves a tu ciudad, a tus amigos de siempre y a tu casa. Pero hay una parte de ti que se ha quedado con la gente con la que te has cogido borracheras de licores raros y compartido café y cigarros de resaca y practicado idiomas de bárbaros.

Y al que haya leído esto y sea Erasmus lo entenderá y al que no lo haya sido ya lo avisé desde el principio: "sino lo has sido no lo puedes entender". Pero si queréis una respuesta pues eso: "de puta madre, mucha fiesta".

Momentos


Hay dos momentos que definen la clase de persona que eres, mejor dicho, por tus conductas o tus actitudes cuando llegan esos momentos se puede deducir quién eres.

Es vestido de tus mejores galas y con los focos apuntando para ti. Es cuando la gente te admira y algunos sienten envidia. Es con la cuenta corriente llena, el estómago satisfecho, la fama lograda. Cuando parece que la vida es inagotable para ti, quieres bebértela en cada gota, saborear cada segundo.

Es cuando has alcanzado tu cenit y cuando esa sensación de gloria y poder que te corre por las venas, te llena de euforia y te hace sentirte todopoderoso, invencible, es justo en ése momento cuando sabremos todo sobre ti.

Cuando las cosas salen sin haberlo planeado.

Cuando te sientes así sabremos si eres humilde, si eres generoso, si eres sincero, si eres honrado, si eres feliz.

Es roto por dentro, destrozado, carcomido por las dudas (las tuyas propias y las ajenas) cuando parece que el norte ha quedado tan lejos que ni lo vemos, cuando te duela el alma de sufrir. Es cuando las caídas han sido tantas y tan variadas que hace tiempo que sonríes con tan sólo medio lado de la cara, en una mueca grotesca.

Es cuando la vida te la quieres beber, pero de un tirón para que dure poco el mal trago, y corriendo el riesgo de que sea la vida la que te beba a tí, en cada barra de bar donde te acodes. Cuando las sonrisas cada vez te cuestan más. Cuando sentirte sin ganas de nada lo incluiste en tu gama de emociones diarias.
Cuando las cosas no salen por más que lo intentes.


Cuando caes hasta el fondo, y todo se hunde a tu alrededor sabremos si eres humilde, si eres generoso, si eres sincero, si eres honrado, si eres feliz.

Zoociedad


ZOOCIEDAD

El ser humano, por definición, es un ser social. Esto no nos distingue de otros animales , como por ejemplo, el león, que desarrolla su vida en comunidad. Sin embargo, a diferencia de los leones nosotros tenemos la capacidad de elegir: jamás veremos a un león vegetariano.

El vivir en sociedad, algo saludable, procurado por el hombre y, al fin al cabo, inevitable. Pero corremos riesgos:uniformidad

 de los sujetos, pérdida de la identidad propia y el terrible, existente y real miedo a la opinión ajena (quien no lo reconozca además de sufrirlo será doblemente hipócrita).

Juzgamos a una persona que conocemos desde el segundo cero, por las apariencias que nos muestra. Si dichas apariencias continúan inmutables acabamos conformando una opinión "sólida" de cómo es una persona. Y si conocemos a varias personas con características comunes los ubicamos en un grupo y los etiquetamos. Es simplemente un mecanismo de nuestro cerebro.

No dejemos ser clasificados como dentro de tal o cual grupo. Todos tenemos esos pequeños vicios "inconfesables", esos gustos privados que no revelamos para que no cambie la percepción que los otros tienen de nosotros.

Amantes del heavy metal que en la intimidad de la ducha cantan a grito pelado Call me maybe, hipsters que bailan desaforadamente en su cuarto Gangnam style, periodistas reputados que devoran con avidez revistas del corazón, raperos que se les saltan las lágrimas escuchando música folclórica, cinéfilos muy machos que se dan el gustazo de ver una comedia roméntica y disfrutarla, altos ejecutivos que en vacaciones visten camisetas de publicidad y van al bar de la esquina que no tiene tanto glamour ni es tan caro pero donde el camarero le trata de tú y le ofrece una caña helada mientras le cambia el mantel de papel...

La sociedad nos uniforma, pero flaco favor le hacemos a la sociedad si no la enriquecemos con nuestros gustos con nuestras verdaderas pasiones, no quiero ser aquel que dice este tipo es así porque viste de tal manera, va a estos sitios, escucha esta música, ve estas películas y probablemente vote a ese partido. ¿Nos fabrican en serie?

Sorprende a la sociedad, si eres una hippie y te apetece, píntate, maquíllate, ponte tacones y siéntete guapa. Qué más da lo que piensen los demás. Desconciértalos, déjalos en shock, hazlos pensar: oye igual no todos son iguales.

Y luego ellos hablarán. Hablarán y hablarán...pero entretanto tú y yo luciremos la sonrisa lúcida, canalla y sincera que sólo pueden lucir aquellos leones vegetarianos. La sonrisa que luce 
una persona libre.