jueves, 20 de diciembre de 2012
El monstruo de mil cabezas
El monstruo de mil cabezas
Sir Ryan partió ilusionado del castillo. Había sido nombrado caballero del Rey Generoso aquel mismo día y acudió raudo a las dependencias del castillo donde un secretario le debía expedir el título que le acreditaba como tal y pudiera partir a la búsqueda del monstruo para así matarlo y desposar a la princesa. El secretario (entre una nube de legajos y una horda de ayudantes que jugaban a los dados) le respondió que aún quedaban dos años para poder darle el título, pero que ejerciera como caballero con un resguardo que él mismo "por su generosa disposición" le tendió con un ligero desprecio. A Sir Ryan no le afectó. Por fin era caballero, su ilusión. Estaba listo y preparado, quería la cabeza de ese monstruo.
Pero aún le faltaba la espada. Para ello acudió al Herrero Real. Para su sorpresa el herrero estaba ausente, desayunando. Volvió al siguiente día y el Herrero Real le atendió. Al Herrero le rodeaba una corte de aprendices, escuderos, pajes y bufones. Sir Ryan no tenía palabras, ¿cómo pueden vivir tantas personas de la protección de un simple Herrero? Apartó el pensamiento de su cabeza y con voz segura y educada le pidió al Herrero Real su espada de caballero. El Herrero con voz desganada le contestó que necesitaría un par de meses para estudiar su solicitud. Sir Ryan volvió a casa decepcionado aunque seguía soñando con matar a ese monstruo asqueroso que amenazaba las tierras del Rey Generoso.
A los dos meses regresó a la búsqueda de la espada. El Herrero le pidió esta vez el certificado de su título de caballero. Sir Ryan le replicó que el Secretario no se lo podía entregar hasta pasados dos años. El Herrero, de repente, había desaparecido. Al parecer sufría un ataque de hambre y había salido a desayunar. Sir Ryan esperó, cada vez menos paciente. A la vuelta le puso el resguardo en las narices al Herrero y le exigió esta vez su "maldita espada que lo único que quiero es cazar al puto monstruo". El Herrero accedió pero sólo si le entregaba copia certificada que su montura fuera pura raza española, para ello debía elevar una petición a la Real Casa Ecuestre, dirigida por el hermano del Rey Generoso, que estudiaría su petición y le contestaría en el plazo de un año (prorrogable por desayunos imprevistos).
Sir Ryan presentó su corcel en la Casa Ecuestre y cuál fue su sorpresa al ver que un campesino con una bolsa de dinero salía de allí con un cerdo acreditado como caballo pura sangre. El hermano del Rey Generoso le recibió tras unas horas de espera porque, curiosamente, estaba desayunando. Un vistazo rápido del hermano del Rey y unas palabras en voz baja a uno de los ayudantes sirvieron para calificar a su brioso corcel como "inadecuado" para un caballero. Debía invertir en un nuevo corcel. Para ello debía acudir a otro departamento de la Casa Ecuestre convenientemente llevado por el primo del Rey Generoso y aportar tres cerdos y dos gallinas de las que no disponía.
Seis años después, con la visión nublada, los dedos temblorosos y cientos de millones de trámites Sir Ryan creyó ver el monstruo en el Herrero y sus bufones, el Secretario y sus pajes, la Casa Ecuestre y el Rey Generoso y sus familiares. Era un monstruo de mil cabezas y que amenazaba al reino. Se forjó su propia espada y degolló uno tras otro a todos ellos.
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Jajaja cuanto me he reído, que metáfora tan bien hecha, cuantas cabezas he querido cortar. Me he acordado de las secretarias de mi facultad
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