viernes, 4 de enero de 2013
El tren
Viajar en tren es un estudio de la sociedad con transporte incluido. Además te da la posibilidad de excluirte, todo es cuestión de llevar buena música, enchufarte los cascos, abrir un buen libro y olvidarte del resto del mundo.
Te quitas los cascos por un segundo y enganchas con una conversación. No es simple cotilleo, qué va. Hay veces que te dan auténticas lecciones magistrales sobre temas, en este caso son tres personas de mediana edad, dos hombres y una mujer. Uno habla con acento de más allá de Despeñaperros y por el contexto puedo deducir que es médico, otro es un funcionario y al final ha bajado en Utrera, aunque tampoco era difícil de deducir, utiliza correctamente el lenguaje pero sin renunciar a su acento. La tercera es una señora que hace las veces de moderadora. Parece que los tres trabajan juntos en la administración pública, y mantienen un debate intenso sobre el uso de las anotaciones en las calificaciones registrales. Por el tono de la conversación me he enganchado, y la verdad es que el tipo de Utrera está dominando al médico. Ha subido algo el tono y en el punto más caliente la señora, que había pasado desapercibida hasta entonces, introduce el clásico lugar común criticando al director del departamento y consigue poner al médico y al utrerano de acuerdo. Se te viene a la mente la imagen de dos perros ladrando, muy convencidos de sus ladridos, a los cuales se les ha lanzado un chuletón desde una mano de uñas pintadas. Los perros comen el chuletón satisfechos y se les ha olvidado el por qué ladraban.
El riesgo de quitarte los cascos es el de toparte con una adolescente que berrea a gritos su vida sentimental, sexual y lo que haga falta por un teléfono móvil al que se aferra como si le fuera la vida en ello. Es increíble el valor que se le da a la intimidad hoy día, aunque sólo parece increíble si no conoces los productos televisivos que probablemente consuma la Belén Esteban en potencia que al parecer se zumbó este fin de semana a un tal Adri. Adri no te conozco pero aléjate de ella.
No sabes qué te apetece hacer más si tirar el móvil o a la señorita. Dudas tan sólo un segundo y te decantas por la señorita. Muerta la perra chillona se acabó la rabia. Pero no lo haces porque tirar a la gente por el tren se pena con la cárcel y que chillen por el móvil no es ningún eximente legal, por ahora. y te pones otra vez los cascos, subiendo un poco más el volumen de la música.
Te quedas dormido tranquilamente, todo es tranquilo en el tren, excepto la adolescente, que empieza a cabrear al resto de los pasajeros. Hasta que uno, con menos paciencia que tú o quizás sin el escudo que supone tener música a un volumen que te hace inaudible los gritos hormonadamente femeniles de esa energúmena, le exige (con educación eso sí) que a ver si se puede ir a hablar a otra parte.
Al rato pasa el revisor con el consiguiente buscar en el bolso de la despistada, las preguntas redundantes sobre horas de llegada y las exhibiciones de paciencia de los de uniforme. Los oficios en los trenes parecen de otra época: revisor, maquinista y alguno que otro que ya fué desapareciendo con el tiempo. Aunque ahora les pondrán extravagantes nombres complicados: Ingeniero Especializado en el Manejo de Transporte Ferroviario de Alto Nivel sería el maquinista y Gestor y Controlador de Validación de Tickets y Consultor de Horarios sería el revisor. La estupidez suele superar a la ficción.
Además de la música y el libro, hay que cuidar la elección del asiento. El asiento ideal es de ventana, en dirección al sentido de la marcha y el último del vagón. Así disfrutas paisaje, quizá pesques alguna conversación de la que sacar alguna reflexión y probablemente y si tienes suerte, evites el chillido de la adolescente/niño pequeño descontrolado de turno.
El cruzarte y compartir un espacio en movimiento, las diferentes estaciones y personajes que entran y salen del escenario lo hacen parecer un teatro de la sociedad. Y tú por el módico precio de un billete y con la suerte de aparecer en tu destino puedes disfrutar de una función, con vistas incluidas.
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todo escritor encuentra en el tren la inspiración para una gran reflexión...muy bueno
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