lunes, 7 de enero de 2013

La pregunta


Almas sin rumbo que se mueven entre ruidos tecnológicos y anuncios. Ocupan su tiempo en no pensar y crean un espacio artificial, el mundo de la no reflexión. Les permite subsistir en el fango más terrenal, aspirando a una nada material y la comodidad, entendida como la ausencia de males físicos y la abundancia de placeres. Carpe diem. La vida no son las veces que respiras si no los momentos que te dejan sin aliento. Tienen un catálogo millonario en frases que justifican una vida sin pausa. Parecen artificiales, maniquíes. Y su felicidad también lo es. Y siendo artificial se derrumba con el primer soplo de aire. Su cara perfecta y su agenda ocupada y sus placeres y sus posesiones no les resuelven nada. Qué ha pasado, de dónde me ha venido ese puñetazo. 


Almas con rumbo perdido, que cuestionan. Viven los placeres y los sufrimientos. Pero son incapaces de acallar las preguntas. Malditas preguntas que surgen. Y ellos no son capaces de darles respuesta con más ruido, o un físico perfecto. Lo intentan y se anestesian. Pero luego las preguntas vuelven. Almas torturadas que lanzan preguntas al mundo y que no obtienen respuesta. Gritan cada vez más alto pero sólo se oyen ellos mismos. Localizan a los sin rumbo y les trasladan sus interrogantes. Cuerpos diez rehúsan responderle, quizá por falta de tiempo. Alguno le responde con argumentos aprendidos de memoria, argumentos de cartón piedra. Y los rechazan, no quieren ser ellos uno más. Son interrogantes que andan y se arrastran con mayor o menor dignidad en la búsqueda de la x despejada. Se preguntan todo, incluso si hacen las preguntas correctas. 

Almas con rumbo establecido. Fueron almas de rumbo perdido y a base de buscar y buscar y buscar lo encontraron. Cada uno de ellos es distinto al anterior aunque todos parecen trasmitirte paz. Tratan de apoyar al que se pregunta y de introducir preguntas en los que no lo hacen. Se mueven y hacen mover. Son pocos, y los interrogantes con piernas que consiguen localizarlos los asedian, ellos pueden darles respuestas.  

 Miran con gesto grave a su alrededor. Se preguntan por qué hay tanto ruido allí afuera. Luego se fijan en las manadas de almas sin rumbo que deambulan por las calles en la búsqueda desenfrenada de ocupaciones. Les gritan, tratan de advertirles. Las almas sin rumbo no los oyen, chocan con ellos y ni se dan cuenta. Siguen a lo suyo, con su ocupación, con su llenado total de mentes, sin espacio para nada más. No es que los desprecien, qué va. Es que no los ven. No tienen el interrogante arriba. Sólo avanzan a buscar más momentos de esos sin aliento. Hasta que se quedan de verdad sin aliento. Y entonces parecen carcasas asustadas, temblorosas. Cuerpos perfectos con almas esclavas de la no búsqueda.

Los que encontraron su rumbo y los que buscan el suyo están de acuerdo, que alguien pare esta puta locura.



1 comentario:

  1. Me atrevería a decir que de los mejores, si no el mejor del blog. Muy bueno compadre André. Es tan fácil hacer feliz por dos días al infeliz con un par de regalitos de Apple...

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